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domingo, 18 de mayo de 2014

JULIO CORTÁZAR HISTORIAS DE CRONOPIOS Y DE FAMAS

 Historias de cronopios y de famas , de Julio Cortázar . 84 páginas ...


PÉRDIDA Y RECUPERACIÓN DEL PELO
Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la  consecución de fines útiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento  de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo  caer suavemente por el agujero del lavabo. Si este pelo se engancha en la rejilla que suele cundir en dichos agujeros, bastará abrir un poco la canilla para que se pierda de vista.
Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de recuperación del pelo. La primera operación se reduce a desmontar el sifón del lavabo para ver si el pelo se ha enganchado en alguna de las rugosidades del caño. Si no se lo encuentra, hay que poner en descubierto el tramo de caño que va del sifón a la cañería de desagüe principal. Es seguro que en esta parte aparecerán muchos pelos, y habrá que contar con la ayuda del resto de la familia para examinarlos uno a uno en busca del nudo. Si no aparece, se planteará el interesante problema de romper la cañería hasta la planta baja, pero esto significa un esfuerzo mayor, pues durante ocho o diez años habrá que trabajar en algún ministerio o casa de comercio para reunir el dinero que permita comprar los cuatro departamentos situados debajo del de mi primo el mayor, todo ello con la desventaja extraordinaria de que mientras se trabaja durante esos ocho o diez años no se podrá evitar la penosa sensación de que el pelo ya no está en la cañería y que sólo por una remota casualidad permanece enganchado en alguna saliente herrumbrada del caño.
Llegará el día en que podamos romper los caños de todos los departamentos, y durante meses viviremos rodeados de palanganas y otros recipientes llenos de pelos mojados, así como de asistentes y mendigos a los que pagaremos generosamente para que busquen, separen, clasifiquen y nos traigan los pelos posibles a fin de alcanzar la deseada certidumbre. Si el pelo no aparece, entraremos en una etapa mucho más vaga y complicada, porque el tramo siguiente nos lleva a las cloacas mayores de la ciudad. Luego de comprar un traje especial, aprenderemos a deslizamos por las alcantarillas a altas horas de la noche, armados de una linterna poderosa y una máscara de oxígeno, y exploraremos las galerías menores y mayores, ayudados si es posible por individuos del hampa, con quienes habremos trabado relación y a los que tendremos que dar gran parte del dinero que de día ganamos en un ministerio o una casa de comercio.
Con mucha frecuencia tendremos la impresión de haber llegado al término de la tarea, porque encontraremos (o nos traerán) pelos semejantes.


INSTRUCCIONES PARA LLORAR
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de  llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que  insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u  ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues  el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.  Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta  imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior,  piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de  Magallanes en los que no entra nadie, nunca.  Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos  con la palma hacia dentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra  la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto,  tres minutos.


EL DIARIO A DIARIO
Un señor toma el tranvía después de comprar el diario y ponérselo bajo el brazo. Media hora más tarde desciende con el mismo diario bajo el mismo brazo.


Pero ya no es el mismo diario, ahora es un montón de hojas impresas que el señor abandona en un banco de plaza.  Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que un muchacho lo ve, lo lee y lo  deja convertido en un montón de hojas impresas.  Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se  convierte otra vez en un diario, hasta que una anciana lo encuentra, lo lee y  lo deja convertido en un montón de hojas impresas. Luego se lo lleva a su  casa y en el camino lo usa para empaquetar medio kilo de acelgas, que es para lo que sirven los diarios después de estas excitantes metamorfosis.

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