El sexo de los ángeles [Minicuento - Texto completo.] Mario Benedetti
Una de
las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y
mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato,
nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor, quizá signifique que no
lo hacen de la misma manera que los mortales.
Otra
versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles
no hacen el amor con sus cuerpos (por la mera razón de que carecen de los
mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir con las adecuadas.
Así, cada
vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias,
empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas
que, por supuesto, son angelicales.
Y si
Ángel, para abrir el fuego, dice: “Semilla”, Ángela, para atizarlo, responde:
“Surco”. El dice: “Alud” y ella, tiernamente: “Abismo”.
Las
palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.
Ángel
dice: “Madero”. Y Ángela: “Caverna”.
Aletean
por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de la Muerte,
viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su
amor.
Él dice:
“Manantial”. Y ella: “Cuenca”.
Las
sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve,
circulan el aire y su expectativa.
Ángel
dice: “Estoque”, y Ángela, radiante: “Herida”. El dice: “Tañido”, y ella:
“Rebato”.
Y en el
preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los
estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles
llueve copiosamente sobre el mundo.
FIN
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