Gatos y datos
Ramón Illán Bacca
No ha vuelto a casa Felina Sixtina y otra vez estoy
preguntando a los vecinos por mi gata. He tenido el presentimiento que me va a
dar el mismo soponcio que me dio cuando se extravió Felino Fellini. “No sé cuál
es la tenacidad con los gatos, esos animales tan ingratos”, me dice una sobrina
nieta. “Dios hizo al gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un
tigre”, le respondo con una frase que por años cité como si fuera de Borges,
pero que ahora el Internet me ha aclarado que pertenece a Aldous Huxley (es tan
buena que debería ser de Borges). “El gato tiene el enorme prestigio de haber
sido ya un dios ”, doy otra cita, pero ya no busco al autor de la frase. En
este alud de información actual ya no se sabe si lo que se dice se oyó en
televisión, lo dijo Platón, o es de la propia cosecha.
A los gatos se han dedicado más poesías que a los demás
animales, porque si hay algo que redobla el cariño por ellos es su
aristocracia. Jamás, por ejemplo, se han rebajado a ser animales de circo. Si
se trata de lograr que el gato pase a través de un aro tal vez solo se consiga
una mirada desdeñosa y un arrebujarse con más indolencia en el sofá. Seguirá
viendo sus telenovelas brasileras, como lo hacía Felina Sixtina.
Para rematar el quebranto, todo se asocia con mi gata. Al
visitar a una vieja amiga mélomana, en mi honor puso en su equipo de sonido
Claro de Luna, de Debussy. “Parece un gato caminando sobre las teclas”, me dijo
en forma cómplice.
Se me encendió el bombillo y recordé un poema que lo
asociaba. Buscando en las obras completas de García Lorca, en una edición de
Aguilar —en aquellos años muy baratas y ahora de precios imposibles— encuentro
el verso que dice: “Debussy fue un gato filarmónico en su vida anterior”. Más
aún, en el mismo poema añade: “Francia quiere a los gatos como España al
torero, como Rusia la noche, como la China al dragón”.
No hay la menor duda,
el gato ha sido fuente de inspiración de muchos poetas, pero a veces se les va
la mano, como cuando Neruda dice: “Si se pudiera cruzar el hombre con el gato
resultaría una mejora para el hombre, pero un deterioro para el gato”. Más
adelante, o en otro poema, el chileno dice: “El hombre quiere ser pescado y
pájaro, el poeta trata de imitar a la mosca, pero el gato quiere ser solo
gato”.
Los cuentos sobre
gatos son innumerables, algunos clásicos. Pienso en Los gatos de Ulthar, de H.
P. Lovecraft, un cuento de terror, o en uno de Truman Capote en Música para
camaleones.
Por contraste, los nombres de gatos famosos no son tantos.
Sabemos el de Beppo, el gato de Lord Byron, pero no el innominado de La Chatte,
una novela de Colette en la que una esposa celosa mata a su marido, que a su
vez adoraba a su gata.
Los gatos de las historietas cómicas y dibujos animados como
Tom y Jerry, Silvestre y Piolín y Garfield son gatos antipáticos.
Tal vez se salva El gato Félix, pero ese no lo conocen las
nuevas generaciones. Se me olvidaba La gata de Tobita, que tenía el teatral
nombre de Desdémona. Y tenemos el malandrín de Michín, de Rafael Pombo.
No sabemos el nombre del gato de Cheshire, el de Alicia en
el país de las maravillas, que se disolvía en el aire entre sonrisas; tampoco
los del libro de Germán Arciniegas Gatos, patos, armadillos y otros seres
humanos. En su poemario Gatos, Darío Jaramillo Agudelo divide a los humanos
entre los que practican el gateísmo y los gatólatras, y nos revela el secreto,
mas no el nombre, pues “los gatos de esa tierra son dioses mientras duermen”.
Pero sí sabemos el
nombre de Pink Tomate, el gato de la callejera Amarilla en el libro Opio en las
nubes, de Rafael Chaparro, fallecido muy joven.
Esta obra, en su adaptación teatral, ha gozado de mucho
éxito y el personaje del gato se ha llevado las palmas.
“Que importa si el gato es blanco o negro, con tal que cace
ratones”, fue un refrán que inmortalizó Deng Xiaoping al poner a la China en
los primeros puestos en la carrera por el desarrollo económico. Una frase
utilitaria del gato que no sabemos qué tanto lo interpreta.
No sabemos sus nombres pero allí están —y en cualquier
momento daremos con ellos—: el gato con botas, el gato desconocido y el gato
encerrado que a lo mejor es una gata.
Recuperado de: http://manglar.uninorte.edu.co/bitstream/handle/10584/5916/el%20arpa.pdf?sequence=1&isAllowed=y