Yo también dibujé corazones con flechas en las libretas,
en las paredes, cortezas de pino,
detrás de las puertas en los váteres del bar,
y cómo no,
en los propios brazos
(algunos con gotitas de sangre que se derramaba hasta el codo)
y ahora que esto me ha venido a la cabeza, me doy cuenta
de lo estúpidos que fuimos,
en vez de coger un libro o haber ido al grano,
hacíamos el indio,
pintamos en la piel los símbolos premonitorios
de lo que aun hoy sigue siendo
una de las mayores derrotas.
Tomado de: García, Javier. ESTORBAR de/GUSTO. Pliegos de la palabra. Ed Babilonia. España. 2013. p. 23.